Octubre 2003:
LA MÚSICA EN GRAN CANARIA.

  Lothar Siemens – Yolanda Arencibia
 
 
En las islas Canarias, como en todas partes, la poesía y su hermana la música nacieron con los primeros hombres que las habitaron y, vestidas con aires populares, se transmitieron de generación en generación. Hay noticias de motivos que reflejaban querencias profundas (las endechas de Canarias), y de sones y danzas tempranas (el canario). Documentan la existencia del baile “el canario” textos de cronistas y noticias de los músicos barrocos; seguramente se interpretaba en sus orígenes con instrumentos rudimentarios y batir de palmas; y fue evolucionando hasta convertirse en danza cortesana que llegó a bailarse en Italia y en Francia.

Paso a paso, siglo a siglo, la
música tradicional y folclórica ha ido desarrollándose alimentada en su raíz, en perfecta armonía, por las huellas de la historia. Y en el siglo XX, especialmente en su segunda mitad, esa misma historia ha motivado que la música tradicional sufriera una importante transformación para, sin perder su esencia ni tampoco la memoria de su historia (los Ranchos de Ánimas o los Bailes de la Rama, por ejemplo), verse enriquecida con grupos folclóricos y de música popular, ampliar su coreografía, y abrir su repertorio a creaciones nuevas con firma de autor (“nueva canción canaria”). Muchas de esas canciones han sido de tal modo asimiladas por la sociedad que han ido perdiendo la noticia de ese autor para convertirse en tradicionales, incorporadas habitualmente al repertorio “parrandero” Son nombres destacados de la música tradicional de hoy: entre los autores Néstor Álamo o José M. Millares Sall y su esposa la poeta Pino Betancor; entre los intérpretes, Mary Sánchez (Las Palmas de Gran Canaria, 1934), la voz y el estilo más característico de la canción canaria; entre los grupos, y entre muchos, Los Gofiones; entre los timplistas, Totoyo Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1935) o José Antonio Ramos (Las Palmas de Gran Canaria, 1969). El programa Tenderete de Televisión Española en Canarias, presentado por Fernando Díaz Cutillas (Nanino) (Las Palmas de Gran Canaria, 1937-1988) fue un medio importante de difusión del folclore canario en los años ochenta. En el marco de la riqueza folclórica más actual y de sus alternativas, se celebra anualmente el Festival Internacional de Folklore “Muestra de los pueblos” de Ingenio. La música tradicional prefiere espacios amplios, abiertos; pero se ajusta perfectamente a escenarios convencionales de teatros o salas de instituciones. Puede decirse que no hay escenario público que no haya acogido alguna vez actuaciones folclóricas. Y no hay fiesta popular o tradicional que no albergue un festival folclórico en sus plazas; como el Festival Folclórico de Gran Canaria que acoge grupos de las siete islas en Teror, con motivo de las Fiestas del Pino, y que en 2002 conoció su XI edición.

En relación o no con la música tradicional, la llamada
canción de autor ha contado con importantes realizadores en Gran Canaria: cantautores en grupo o en solitario; por ejemplo Mestisay (Manolo González y Olga Cerpa, en primera fila) en su interesante camino desde la música de raíz tradicional al pop y la canción de autor; o los grupos Non Trubada y Artenara; o la personalidad del galdense Arístides Moreno, “cantautor de buen humor”, autor e intérprete de una desenfadada y personalísima canción protesta. El polifácetico Sindo Saavedra es otro nombre destacado, como autor del libreto de la zarzuela canaria La Sirena (1973, con música de Xabier Zogbhi), y de temas que se han hecho muy populares, entre ellos el himno del Carnaval y el reciente "Enamórate de mí".

Al mismo tiempo, músicos grancanarios se han sumado a distintos géneros musicales al compás del momento artístico y sociocultural. Como el
rock, que se introdujo tempranamente en las islas, quizá por la amplia influencia anglosajona de nuestra sociedad y cuyo primer grupo fue Los Diablos del Rock (1956) con Teddy Bautista como líder. “Los Diablos” se convirtieron en “Los Ídolos” (1960) y, por fin, en Los Canarios que graban discos, con éxitos internacionales sonados, en Nueva York y en Londres. El rock canario ha generado amplísima estela. Destacados: “Teclados Fritos”, que nacieron en 1976 y hasta su disolución en 1983 actúan dentro y fuera de las islas y editan tres discos; y también “Prana” y “Palmera”; o “Perros urbanos”, “Hemorragia social” y “Psicosis crítica”, en el contexto de música punk de los setenta, a los que se unen “Los Dalton”, en los ochenta, que llegan a convertirse en el primer grupo “punkbilli” de Canarias. En los años noventa Los Coquillos (Ginés Cedrés, Miguelo Arencibia, Alberto Jorge y Miguel Cedrés) se convierten en el paradigma del rock canario. Van a seguirles nuevos grupos y distintas experiencias alternativas de gran impacto; de ayer hasta hoy mismo: como “Sentinel”, “Garrote Vil”, “Malformaciones congénitas”, o los “Enac Ska” (luego SK-8) de Vecindario, en el marco de la corriente punk. Diversos espacios tuvo y tiene el rock grancanario; casi siempre abiertos y amplios (plazas, establecimientos deportivos), pero también cerrados pero informales, como el actual Teatro Guiniguada, que acogió muchos de estos conciertos. Y se han sucedido a lo largo de los años festivales específicos que atienden a los amantes de estos estilos musicales y a sus intérpretes; como el Festival Camel Rock City, cuya primera edición en la capital grancanaria (verano de 2002) presentó una propuesta musical que comprendía rock en español desde el flamenco, blues o el hip-hop, de variados estilos.

El
jazz fue nuevo género musical que en esta isla –como en todas- tuvo una amplia afición desde que aparecieron las primeras bandas de Jazz y comenzaron a llegar sus ritmos desde Europa. En Gran Canaria contó el jazz con importantes escuelas en las últimas décadas del siglo XX, como las de Luis Vecchio, Alberto Dogliotti, Alberto Masso, que consolidaron amplia afición. El jazz es experiencia para pequeños locales (principalmente); y tuvo muchos espacios propios, en algunos de los cuales pudieron actuar músicos de renombre: Half Note, Saxo y Cuasquías, son las principales, frecuentadas también por el rock. Desde hace una década se celebra anualmente el Festival Internacional Canarias Jazz&Más. El Festival suele unir a la programación concertística la presencia de primeras figuras y actuaciones novedosas, y también la organización paralela de audiciones o cursos y seminarios para los aficionados y los intérpretes locales. Por otro lado, estrecha relación con el jazz presentan algunos Festivales internacionales de hoy, como Atlántica (hasta 2001) o Womad, que muestran el interés de la isla por los diferentes estilos musicales y sus alternativas desde la fusión de culturas.

La afición a la
música culta surgió en Gran Canaria gracias a la existencia en el siglo XVI de una “capilla musical” en la Catedral de Las Palmas, atendida por músicos profesionales, muchos de ellos canarios, que mantuvo una intensa actividad durante más de tres siglos. Los maestros de capilla se suceden a lo largo del XVI, cultivando la polifonía de los más acreditados compositores europeos del momento: Ambrosio López y Bartolomé Cairasco de Figueroa son figuras clave de la actividad musical de esa época. Y, siempre en el marco de la capilla, le siguieron otros nombres y una importante actividad durante los siglos XVII al XIX: el archivo de la Catedral de Las Palmas conserva un rico corpus de estas piezas musicales creadas por músicos españoles o extranjeros.

Entre los compositores que actuaron en la Catedral de Las Palmas a partir del siglo XVII destaca el polifonista Diego Durón, importante nombre del Barroco español que trabajó silenciosamente en el marco de la capilla y dejó numerosas obras, algunas de inspiración canaria. Ya avanzando el siglo XVIII, la capilla ha conservado composiciones del primer compositor canario, el maestro Mateo Guerra, un ilustrado presbítero formado en ella que, además de dejar distintas obras musicales, supo formar espléndida escuela. Y en ese espíritu ilustrado del XVIII, y en conexión con la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, se inicia una importante actividad musical ciudadana en la que los maestros de la catedral juegan destacado papel: la presencia en la capilla durante dos años (1808-1810) del violinista y compositor José Palomino fue decisiva para sembrar en ella el germen de lo que sería una orquesta organizada.

La desaparición de la capilla de la catedral en 1820 hizo que sus músicos se organizaran en la población con una orquesta y que fundaran en 1845 la
Sociedad Filarmónica de Las Palmas (que es la más antigua de las que actualmente existen en España) bajo el patrocinio del Gabinete Literario. Se fundó la Sociedad en un ambiente de euforia tras la reciente inauguración del Teatro Cairasco, y figuraron entre sus primeros directivos el inquieto compositor Benito Lentini y don Agustín Millares Torres. Esta asociación musical ciudadana, la Sociedad Filarmónica, que desde sus comienzos mantenía una academia musical y una orquesta (siguiendo la huella de la antigua capilla), ha sido el núcleo de la cultura musical grancanaria desde entonces hasta hoy.

La Filarmónica se reestructura en 1855, con Agustín Millares Torres, independizándose del Gabinete; y, de nuevo, en 1866, retomando la vinculación con aquella institución, con la aquiescencia de Millares y el buen hacer de Antonio López Botas. Impulsa el proyecto el que será nuevo presidente Diego Mesa de León. Y en 1878 se contrata como director de ambas a una de las personas más significativas en la historia de la Sociedad: Bernardino Valle, un compositor aragonés que enraizó en Gran Canaria y que dejó, además de fecunda huella, una copiosa producción musical.

El último tercio del XIX y el primero del XX fueron brillantes para la música culta. Se incrementó la afición, nacieron importantes textos de lírica teatral (zarzuelas de
Millares Torres, Bernardino Valle, Santiago Tejera, Víctor Doreste, Miguel Benítez Inglott, y una ópera, muy exitosa, de Andrés García de la Torre que se estrenó en Milán) y sobresalieron compositores de valía, como el prolífico José Hernández Sánchez. Con el cambio de siglo, se reiteró la presencia en Gran Canaria y en su vida musical de Camilo Saint-Saëns quien dejó en la Isla obras como Las campanas de Las Palmas y el Vals canariote. Fue una época fructífera en actividades artísticas en que la música era centro; actividades públicas y también privadas, como las sesiones de música de cámara en las tertulias literarias del doctor y poeta Luis Millares. Músicos de excepción coincidieron en el tiempo: así el filántropo y músico completísimo Néstor de la Torre Comminges, el brillante violinista y organizador de conciertos José Avellaneda, el pianista Rafael Romero Spínola o el compositor Víctor Doreste. El escenario de las actividades musicales era múltiple, pues no se limitaba al casco viejo de la ciudad (el Teatro Cairasco, la Catedral, la Alameda de Colón, el Gabinete Literario) sino que se extendió al Puerto de La Luz (en el Club Náutico y en la Sociedad “El Recreo”) y, en el camino hacia el Puerto, halló espacio en el Hotel Metropole. En los pueblos, las bandas de música proliferaban, asumiendo el papel de única actividad musical de las sociedades no capitalinas: Moya, Telde, Guía, Arucas, Teror, etc.; y también en la capital, que tenía banda desde principios del XIX. Entre los directores de bandas, destacaron músicos de valía; y uno de los más insignes fue el maestro Tejera, don Santiago Tejera Ossavarry.

La muerte del
maestro Valle (1928) supuso un duro golpe para el sinfonismo en Gran Canaria y unos años posteriores de decadencia. Habría de suceder otro fallecimiento, el de Néstor de la Torre Comminges (1933), para que el recuerdo de su carismática personalidad animase a discípulos y amigos para formar la Sociedad de Amigos del Arte “Néstor de la Torre”, que mantuvo actividades muy variadas y que se constituyó en el cauce principal de las iniciativas artísticas del pintor Néstor y de otros artistas locales.

Tras el lapsus de la Guerra Civil y los altibajos posteriores, la
Sociedad Filarmónica y sus proyectos lograron reactivarse, no sin titubeos. Importante papel jugaría en la arrancada final la llegada a la isla, en 1951, del maestro Gabriel Rodó quien, sustituyendo a J. Obradors (que dirigió en 1944-1945), convirtió la Academia de Música en Conservatorio Elemental, creó una orquesta juvenil, recompuso la Orquesta y, además, compuso música sinfónica importante. A partir de 1962 se suceden al frente de la Orquesta y de las actividades musicales cultas, batutas importantes como las de Enrique García Asensio (durante tres años) y luego Marçal Gols quien, a lo largo de quince años (1964-1978), desarrolló la Orquesta separándola de la Sociedad Filarmónica y reforzándola profesionalmente, y organizó un plan de conciertos escolares que dio muy buenos resultados. Desarticulada la obra de Gols en los años ochenta siguió una época incierta con sucesión de distintos directores.

La última etapa de la Orquesta arranca a partir de esa fecha cuando, ante las dificultades de supervivencia como institución privada, el
Cabildo Insular de Gran Canaria crea una fundación pública, la Fundación Orquesta Filarmónica que tiene como objeto prioritario la creación y el sostenimiento de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Desde entonces viene manteniendo una actividad musical continuada y estable, con un notable aumento de sus prestaciones sinfónicas y operísticas, y un significativo incremento de su nivel y prestigio artístico en el panorama musical del país. Mucho ha tenido que ver en ello el último director (hasta ahora) Adrian Leaper. La Fundación acoge, igualmente una Orquesta Joven; y, al margen de ella, existe una Orquesta Sinfónica.

En la época de los cincuenta en adelante, el
movimiento coral se desarrolla, desde la creación del, luego titubeante, Coro de la Filarmónica, que se afianzó en la época de Marçal Gols con el apoyo de Isabel Macario y sus discípulos. Fallida esta iniciativa, el ambiente coral halló apoyo, aliento y empuje en la personalidad de Lola de la Torre que promovió y fundó en Las Palmas la delegación de Juventudes Musicales Internacionales (1956) bajo la dirección de un joven músico con futuro, Juan José Falcón Sanabria (Las Palmas de Gran Canaria, 1936), destacado hoy como compositor de prestigio. Más tarde, las Juventudes Musicales irían decayendo, pero no la voluntad coral de Falcón Sanabria que crearía un gran coro en 1968 (el de la Caja de Ahorros) y, en los años setenta, el coro Alba Vox, ligado el Instituto de Enseñanza Isabel en la época en que fue su director Alfonso Armas Ayala. Y Falcón continúa hoy en la tarea de maestro coral y de compositor. Han seguido y siguen importantes agrupaciones corales, como la Coral Polifónica de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, o el Coro de la Orquesta Filarmónica; y también existen interesantes coros de cámara.

Y junto a los coros, la
danza clásica, que llega a las islas a través de espectáculos acreditados. La danza halló su desarrollo en determinadas escuelas de ballet, que lograron crear una cultura y una demanda. Si Trini Borrul (Madrid, 1915) fue una pionera con su escuela abierta en 1950, Gelu Barbu (Bucarest 1932), que inició escuela en 1969, ha logrado consolidar una escuela canaria de danza, pasea el nombre de Canarias por Europa con su Compañía de Danza de Canarias y ha creado hermosas coreografías sobre textos de distintas épocas, autores o estilos (de lo clásico a lo vanguardista), con la colaboración de distintos artistas plásticos. Uno de sus discípulos más aventajados fue el agaetense Lorenzo Godoy (Agaete, 1944 - Las Palmas de Gran Canaria, 1985), un espléndido primer bailarín cuya temprana muerte truncó una brillante trayectoria. Periódicamente, se viene celebrando en el Centro Cultural de Maspalomas (San Bartolomé de Tirajana, Gran Canaria) el certamen Masdanza, un espacio de encuentro, reflexión y experiencia abierto a grupos de danzas de distintos países, que en 2002 cumplió su séptima edición.

Destacan en la época de los sesenta guitarrista-compositores importantes como
Francisco Alcázar (Las Palmas de Gran Canaria, 1914-1993), Efrén Casañas (Las Palmas de Gran Canaria, 1941-1986) y Blas Sánchez (Ingenio, Gran Canaria, 1935). Paralelamente, aparecen nuevos lenguajes musicales entre los que el revolucionario multidisciplinar de Juan Hidalgo es ejemplo relevante y de gran impacto en el panorama internacional contemporáneo. Tampoco falta en el espacio la música experimental como las preparadas por Julio Barry (Las Palmas de Gran Canaria, 1917), Guillermo García Alcalde (Luarca, Asturias, 1942) o Lothar Siemens.

La etapa desde las últimas décadas del siglo XX hasta hoy aparece marcada con signo positivo: han destacado interesantes compositores, como
Xavier Zoghbi (Las Palmas de Gran Canaria, 1954) y Carlos Cruz de Castro (Madrid 1941); y espléndidos intérpretes como Alfredo Kraus o Pedro Espinosa (Las Palmas de Gran Canaria, 1935); se han desarrollado los movimientos corales, las bandas de música y el conservatorio (ahora Conservatorio Superior de Música de Las Palmas de Gran Canaria); se ha abierto espacio la música electrónica y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria ha alcanzado un alto nivel, al calor de la Fundación del Cabildo Insular. Paralelamente han surgido iniciativas importantes como la Asociación de compositores y musicólogos Promuscán (1998), muy ligada al Museo Canario y a su Departamento de Musicología, que reúne a profesionales y a aficionados en el interés por promover y difundir la creación musical canaria culta del pasado y del presente. De ese ámbito ha surgido una interesante promoción de compositores más jóvenes: Daniel Roca, Ricardo Fernández, Juan Manuel Ruiz y Juan Manuel Marrero.

Por su parte, el
Festival de Música de Canarias supone una cita anual de excepción con la música culta internacional además de un espacio para la creación contemporánea al acoger en su programación estrenos absolutos, tanto de compositores insulares como nacionales o extranjeros. En esta modalidad musical, como en otras, el Auditorio Alfredo Kraus de la capital se ha convertido en marco espacial regular y privilegiado. Además de otros, como el Teatro Pérez Galdós (el más tradicional) y casi todas las salas de instituciones o liceos de la isla (CICCA, Gabinete Literario, Museo Canario, Paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, etc.), sin olvidar las salas que funcionan como auditorios extracapitalinos (el Teatro Víctor Jara de Vecindario o el Centro de la Cultura de Telde o el Teatro Municipal de Gáldar, entre los principales). Recientemente se ha incorporado, con fuerza, el marco del Teatro Cuyás.

 

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