En las islas Canarias, como en todas partes,
la poesía y su hermana la música nacieron con los primeros
hombres que las habitaron y, vestidas con aires populares, se transmitieron
de generación en generación. Hay noticias de motivos
que reflejaban querencias profundas (las endechas
de Canarias), y de sones y danzas tempranas
(el canario).
Documentan la existencia del baile “el canario” textos
de cronistas y noticias de los músicos barrocos; seguramente
se interpretaba en sus orígenes con instrumentos rudimentarios
y batir de palmas; y fue evolucionando hasta convertirse en danza
cortesana que llegó a bailarse en Italia y en Francia.
Paso a paso, siglo a siglo, la música
tradicional y folclórica ha ido
desarrollándose alimentada en su raíz, en perfecta armonía,
por las huellas de la historia. Y en el siglo XX, especialmente en
su segunda mitad, esa misma historia ha motivado que la música
tradicional sufriera una importante transformación para, sin
perder su esencia ni tampoco la memoria de su historia (los Ranchos
de Ánimas o los Bailes
de la Rama, por ejemplo), verse enriquecida
con grupos folclóricos y de música popular, ampliar
su coreografía, y abrir su repertorio a creaciones nuevas con
firma de autor (“nueva canción
canaria”). Muchas de esas canciones
han sido de tal modo asimiladas por la sociedad que han ido perdiendo
la noticia de ese autor para convertirse en tradicionales, incorporadas
habitualmente al repertorio “parrandero” Son nombres destacados
de la música tradicional de hoy: entre los autores Néstor
Álamo o José
M. Millares Sall y su esposa la poeta Pino
Betancor; entre los intérpretes, Mary
Sánchez (Las Palmas de Gran Canaria,
1934), la voz y el estilo más característico de la canción
canaria; entre los grupos, y entre muchos, Los
Gofiones; entre los timplistas, Totoyo
Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1935)
o José Antonio Ramos
(Las Palmas de Gran Canaria, 1969). El programa Tenderete
de Televisión Española en Canarias, presentado por
Fernando Díaz Cutillas (Nanino)
(Las Palmas de Gran Canaria, 1937-1988) fue un medio importante de
difusión del folclore canario en los años ochenta. En
el marco de la riqueza folclórica más actual y de sus
alternativas, se celebra anualmente el Festival
Internacional de Folklore “Muestra de los pueblos”
de Ingenio. La música tradicional prefiere espacios amplios,
abiertos; pero se ajusta perfectamente a escenarios convencionales
de teatros o salas de instituciones. Puede decirse que no hay escenario
público que no haya acogido alguna vez actuaciones folclóricas.
Y no hay fiesta popular o tradicional que no albergue un festival
folclórico en sus plazas; como el Festival
Folclórico de Gran Canaria que
acoge grupos de las siete islas en Teror, con motivo de las Fiestas
del Pino, y que en 2002 conoció su XI edición.
En relación o no con la música tradicional, la llamada
canción de autor
ha contado con importantes realizadores en Gran Canaria: cantautores
en grupo o en solitario; por ejemplo Mestisay
(Manolo González
y Olga Cerpa,
en primera fila) en su interesante camino desde la música de
raíz tradicional al pop y la canción de autor; o los
grupos Non Trubada
y Artenara;
o la personalidad del galdense Arístides
Moreno, “cantautor de buen humor”,
autor e intérprete de una desenfadada y personalísima
canción protesta. El polifácetico Sindo
Saavedra es otro nombre destacado, como
autor del libreto de la zarzuela canaria La Sirena (1973, con música
de Xabier Zogbhi), y de temas que se han hecho muy populares, entre
ellos el himno del Carnaval y el reciente "Enamórate de
mí".
Al mismo tiempo, músicos grancanarios se han sumado a distintos
géneros musicales al compás del momento artístico
y sociocultural. Como el rock,
que se introdujo tempranamente en las islas, quizá por la amplia
influencia anglosajona de nuestra sociedad y cuyo primer grupo fue
Los Diablos del Rock (1956) con Teddy
Bautista como líder. “Los Diablos” se convirtieron
en “Los Ídolos” (1960) y, por fin, en
Los Canarios que graban discos, con éxitos
internacionales sonados, en Nueva York y en Londres. El rock canario
ha generado amplísima estela. Destacados: “Teclados Fritos”,
que nacieron en 1976 y hasta su disolución en 1983 actúan
dentro y fuera de las islas y editan tres discos; y también
“Prana” y “Palmera”; o “Perros urbanos”,
“Hemorragia social” y “Psicosis crítica”,
en el contexto de música punk de los setenta, a los que se
unen “Los Dalton”, en los ochenta, que llegan a convertirse
en el primer grupo “punkbilli” de Canarias. En los años
noventa Los Coquillos (Ginés
Cedrés, Miguelo Arencibia, Alberto Jorge y
Miguel Cedrés) se convierten en
el paradigma del rock canario. Van a seguirles nuevos grupos y distintas
experiencias alternativas de gran impacto; de ayer hasta hoy mismo:
como “Sentinel”, “Garrote Vil”, “Malformaciones
congénitas”, o los “Enac Ska” (luego SK-8)
de Vecindario, en el marco de la corriente punk. Diversos espacios
tuvo y tiene el rock grancanario; casi siempre abiertos y amplios
(plazas, establecimientos deportivos), pero también cerrados
pero informales, como el actual Teatro
Guiniguada, que acogió muchos de
estos conciertos. Y se han sucedido a lo largo de los años
festivales específicos que atienden a los amantes de estos
estilos musicales y a sus intérpretes; como el Festival
Camel Rock City, cuya primera edición
en la capital grancanaria (verano de 2002) presentó una propuesta
musical que comprendía rock en español desde el flamenco,
blues o el hip-hop, de variados estilos.
El jazz
fue nuevo género musical que en esta isla –como en todas-
tuvo una amplia afición desde que aparecieron las primeras
bandas de Jazz y comenzaron a llegar sus ritmos desde Europa. En Gran
Canaria contó el jazz con importantes escuelas en las últimas
décadas del siglo XX, como las de Luis
Vecchio, Alberto
Dogliotti, Alberto
Masso, que consolidaron amplia afición.
El jazz es experiencia para pequeños locales (principalmente);
y tuvo muchos espacios propios, en algunos de los cuales pudieron
actuar músicos de renombre: Half
Note, Saxo
y Cuasquías,
son las principales, frecuentadas también por el rock. Desde
hace una década se celebra anualmente el Festival
Internacional Canarias Jazz&Más.
El Festival suele unir a la programación concertística
la presencia de primeras figuras y actuaciones novedosas, y también
la organización paralela de audiciones o cursos y seminarios
para los aficionados y los intérpretes locales. Por otro lado,
estrecha relación con el jazz presentan algunos Festivales
internacionales de hoy, como Atlántica
(hasta 2001) o Womad,
que muestran el interés de la isla por los diferentes estilos
musicales y sus alternativas desde la fusión de culturas.
La afición a la música
culta surgió en Gran Canaria gracias
a la existencia en el siglo XVI de una “capilla
musical” en la Catedral
de Las Palmas, atendida por músicos
profesionales, muchos de ellos canarios, que mantuvo una intensa actividad
durante más de tres siglos. Los maestros de capilla se suceden
a lo largo del XVI, cultivando la polifonía de los más
acreditados compositores europeos del momento: Ambrosio
López y Bartolomé
Cairasco de Figueroa son figuras clave de la actividad musical
de esa época. Y, siempre en el marco de la capilla, le siguieron
otros nombres y una importante actividad durante los siglos XVII al
XIX: el archivo de la Catedral de
Las Palmas conserva un rico corpus de estas
piezas musicales creadas por músicos españoles o extranjeros.
Entre los compositores que actuaron en la Catedral de Las Palmas a
partir del siglo XVII destaca el polifonista Diego
Durón, importante nombre del Barroco español que
trabajó silenciosamente en el marco de la capilla y dejó
numerosas obras, algunas de inspiración canaria. Ya avanzando
el siglo XVIII, la capilla ha conservado composiciones del primer
compositor canario, el maestro Mateo
Guerra, un ilustrado presbítero formado en ella que, además
de dejar distintas obras musicales, supo formar espléndida
escuela. Y en ese espíritu ilustrado del XVIII, y en conexión
con la Real Sociedad Económica de Amigos
del País de Las Palmas, se inicia una importante actividad
musical ciudadana en la que los maestros de la catedral juegan destacado
papel: la presencia en la capilla durante dos años (1808-1810)
del violinista y compositor José
Palomino fue decisiva para sembrar en ella el germen de lo que
sería una orquesta organizada.
La desaparición de la capilla de la catedral en 1820 hizo que
sus músicos se organizaran en la población con una orquesta
y que fundaran en 1845 la Sociedad
Filarmónica de Las Palmas (que es
la más antigua de las que actualmente existen en España)
bajo el patrocinio del Gabinete Literario.
Se fundó la Sociedad en un ambiente de euforia tras la reciente
inauguración del Teatro Cairasco,
y figuraron entre sus primeros directivos el inquieto compositor Benito
Lentini y don Agustín
Millares Torres. Esta asociación musical ciudadana, la
Sociedad Filarmónica,
que desde sus comienzos mantenía una academia
musical y una
orquesta (siguiendo la huella de la antigua
capilla), ha sido el núcleo de la cultura musical grancanaria
desde entonces hasta hoy.
La Filarmónica se reestructura en 1855, con Agustín
Millares Torres, independizándose del Gabinete; y, de nuevo,
en 1866, retomando la vinculación con aquella institución,
con la aquiescencia de Millares y el buen hacer de Antonio
López Botas. Impulsa el proyecto el que será nuevo
presidente Diego
Mesa de León. Y en 1878 se contrata como director de ambas
a una de las personas más significativas en la historia de
la Sociedad: Bernardino
Valle, un compositor aragonés que enraizó en Gran
Canaria y que dejó, además de fecunda huella, una copiosa
producción musical.
El último tercio del XIX y el primero del XX fueron brillantes
para la música culta. Se incrementó la afición,
nacieron importantes textos de lírica teatral (zarzuelas de
Millares Torres, Bernardino
Valle, Santiago
Tejera, Víctor
Doreste, Miguel
Benítez Inglott, y una ópera, muy exitosa, de Andrés
García de la Torre que se estrenó en Milán)
y sobresalieron compositores de valía, como el prolífico
José
Hernández Sánchez. Con el cambio de siglo, se reiteró
la presencia en Gran Canaria y en su vida musical de Camilo
Saint-Saëns quien dejó en la Isla obras como Las
campanas de Las Palmas y el Vals
canariote. Fue una época fructífera
en actividades artísticas en que la música era centro;
actividades públicas y también privadas, como las sesiones
de música de cámara en las tertulias literarias del
doctor y poeta Luis
Millares. Músicos de excepción coincidieron en el
tiempo: así el filántropo y músico completísimo
Néstor
de la Torre Comminges, el brillante violinista y organizador de
conciertos José
Avellaneda, el pianista Rafael
Romero Spínola o el compositor Víctor
Doreste. El escenario de las actividades musicales era múltiple,
pues no se limitaba al casco viejo de la ciudad (el Teatro
Cairasco, la Catedral,
la Alameda de Colón,
el Gabinete Literario)
sino que se extendió al Puerto de La Luz (en el Club
Náutico y en la Sociedad
“El Recreo”) y, en el camino hacia el Puerto, halló
espacio en el Hotel Metropole. En los pueblos, las bandas de música
proliferaban, asumiendo el papel de única actividad musical
de las sociedades no capitalinas: Moya, Telde, Guía, Arucas,
Teror, etc.; y también en la capital, que tenía banda
desde principios del XIX. Entre los directores de bandas, destacaron
músicos de valía; y uno de los más insignes fue
el maestro Tejera, don Santiago Tejera Ossavarry.
La muerte del maestro Valle
(1928) supuso un duro golpe para el sinfonismo en Gran Canaria y unos
años posteriores de decadencia. Habría de suceder otro
fallecimiento, el de Néstor
de la Torre Comminges (1933), para que
el recuerdo de su carismática personalidad animase a discípulos
y amigos para formar la Sociedad
de Amigos del Arte “Néstor de la Torre”,
que mantuvo actividades muy variadas y que se constituyó en
el cauce principal de las iniciativas artísticas del pintor
Néstor y de otros artistas locales.
Tras el lapsus de la Guerra Civil y los altibajos posteriores, la
Sociedad Filarmónica
y sus proyectos lograron reactivarse, no sin titubeos. Importante
papel jugaría en la arrancada final la llegada a la isla, en
1951, del maestro Gabriel
Rodó quien, sustituyendo a J.
Obradors (que dirigió en 1944-1945),
convirtió la Academia de Música
en Conservatorio Elemental,
creó una orquesta juvenil, recompuso la Orquesta y, además,
compuso música sinfónica importante. A partir de 1962
se suceden al frente de la Orquesta y de las actividades musicales
cultas, batutas importantes como las de Enrique
García Asensio (durante tres años)
y luego Marçal Gols
quien, a lo largo de quince años (1964-1978), desarrolló
la Orquesta separándola de la Sociedad
Filarmónica y reforzándola
profesionalmente, y organizó un plan de conciertos escolares
que dio muy buenos resultados. Desarticulada la obra de Gols en los
años ochenta siguió una época incierta con sucesión
de distintos directores.
La última etapa de la Orquesta arranca a partir de esa fecha
cuando, ante las dificultades de supervivencia como institución
privada, el Cabildo Insular de Gran
Canaria crea una fundación pública,
la Fundación Orquesta Filarmónica
que tiene como objeto prioritario la creación y el sostenimiento
de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Desde entonces
viene manteniendo una actividad musical continuada y estable, con
un notable aumento de sus prestaciones sinfónicas y operísticas,
y un significativo incremento de su nivel y prestigio artístico
en el panorama musical del país. Mucho ha tenido que ver en
ello el último director (hasta ahora) Adrian
Leaper. La Fundación acoge, igualmente
una Orquesta Joven;
y, al margen de ella, existe una Orquesta
Sinfónica.
En la época de los cincuenta en adelante, el movimiento
coral se desarrolla, desde la creación
del, luego titubeante, Coro de la
Filarmónica, que se afianzó
en la época de Marçal
Gols con el apoyo de
Isabel Macario y sus discípulos. Fallida esta iniciativa,
el ambiente coral halló apoyo, aliento y empuje en la personalidad
de Lola
de la Torre que promovió y fundó en Las Palmas la
delegación de Juventudes
Musicales Internacionales (1956) bajo la
dirección de un joven músico con futuro,
Juan José Falcón Sanabria
(Las Palmas de Gran Canaria, 1936), destacado hoy como compositor
de prestigio. Más tarde, las Juventudes Musicales irían
decayendo, pero no la voluntad coral de Falcón Sanabria que
crearía un gran coro en 1968 (el de la Caja de Ahorros) y,
en los años setenta, el coro Alba
Vox, ligado el Instituto de Enseñanza
Isabel en la época en que fue su director Alfonso
Armas Ayala. Y Falcón continúa hoy en la tarea de
maestro coral y de compositor. Han seguido y siguen importantes agrupaciones
corales, como la Coral Polifónica
de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria,
o el Coro de la Orquesta Filarmónica;
y también existen interesantes coros de cámara.
Y junto a los coros, la danza clásica,
que llega a las islas a través de espectáculos acreditados.
La danza halló su desarrollo en determinadas escuelas de ballet,
que lograron crear una cultura y una demanda. Si Trini
Borrul (Madrid, 1915) fue una pionera con
su escuela abierta en 1950, Gelu Barbu
(Bucarest 1932), que inició escuela en 1969, ha logrado consolidar
una escuela canaria de danza, pasea el nombre de Canarias por Europa
con su Compañía de Danza
de Canarias y ha creado hermosas coreografías
sobre textos de distintas épocas, autores o estilos (de lo
clásico a lo vanguardista), con la colaboración de distintos
artistas plásticos. Uno de sus discípulos más
aventajados fue el agaetense Lorenzo
Godoy (Agaete, 1944 - Las Palmas de Gran
Canaria, 1985), un espléndido primer bailarín cuya temprana
muerte truncó una brillante trayectoria. Periódicamente,
se viene celebrando en el Centro Cultural de Maspalomas (San Bartolomé
de Tirajana, Gran Canaria) el certamen Masdanza,
un espacio de encuentro, reflexión y experiencia abierto a
grupos de danzas de distintos países, que en 2002 cumplió
su séptima edición.
Destacan en la época de los sesenta guitarrista-compositores
importantes como Francisco Alcázar
(Las Palmas de Gran Canaria, 1914-1993), Efrén
Casañas (Las Palmas de Gran Canaria,
1941-1986) y Blas
Sánchez (Ingenio, Gran Canaria, 1935). Paralelamente, aparecen
nuevos lenguajes musicales entre los que el revolucionario multidisciplinar
de Juan
Hidalgo es ejemplo relevante y de gran impacto en el panorama
internacional contemporáneo. Tampoco falta en el espacio la
música experimental como las preparadas por Julio
Barry (Las Palmas de Gran Canaria, 1917),
Guillermo García Alcalde
(Luarca, Asturias, 1942) o Lothar
Siemens.
La etapa desde las últimas décadas del siglo XX hasta
hoy aparece marcada con signo positivo: han destacado interesantes
compositores, como Xavier Zoghbi
(Las Palmas de Gran Canaria, 1954) y Carlos
Cruz de Castro (Madrid 1941); y espléndidos
intérpretes como Alfredo
Kraus o Pedro Espinosa
(Las Palmas de Gran Canaria, 1935); se han desarrollado los movimientos
corales, las bandas de música y el conservatorio (ahora Conservatorio
Superior de Música de Las Palmas de Gran Canaria);
se ha abierto espacio la música electrónica y la Orquesta
Filarmónica de Gran Canaria ha alcanzado
un alto nivel, al calor de la Fundación del Cabildo Insular.
Paralelamente han surgido iniciativas importantes como la Asociación
de compositores y musicólogos Promuscán
(1998), muy ligada al Museo Canario y a su Departamento de Musicología,
que reúne a profesionales y a aficionados en el interés
por promover y difundir la creación musical canaria culta del
pasado y del presente. De ese ámbito ha surgido una interesante
promoción de compositores más jóvenes: Daniel
Roca, Ricardo
Fernández, Juan
Manuel Ruiz y Juan
Manuel Marrero.
Por su parte, el Festival de Música
de Canarias supone una cita anual de excepción
con la música culta internacional además de un espacio
para la creación contemporánea al acoger en su programación
estrenos absolutos, tanto de compositores insulares como nacionales
o extranjeros. En esta modalidad musical, como en otras, el Auditorio
Alfredo Kraus de la capital se ha convertido
en marco espacial regular y privilegiado. Además de otros,
como el Teatro Pérez Galdós
(el más tradicional) y casi todas las salas de instituciones
o liceos de la isla (CICCA, Gabinete
Literario, Museo Canario, Paraninfo de la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria, etc.), sin olvidar las
salas que funcionan como auditorios extracapitalinos (el Teatro
Víctor Jara de Vecindario o el Centro
de la Cultura de Telde o el Teatro
Municipal de Gáldar, entre los principales).
Recientemente se ha incorporado, con fuerza, el marco del Teatro
Cuyás.
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