El teatro
es una de las más antiguas formas de comunicación del
ser humano. Nace de la necesidad que una comunidad siente de expresar
sus ideas o sus ideales; de testimoniar su paso por el mundo.
En Canarias existen noticias de danzas, cantos y ritos de los aborígenes
de las islas. Pero podemos decir que, tras la conquista, el teatro
en Canarias tiene sus comienzos en la ritualidad de las iglesias que
ofrecían representaciones religiosas en las festividades señaladas
de la Navidad, la Epifanía y el Corpus, principalmente. Puede
considerarse, pues, un primer espacio teatral grancanario la Catedral
de Santa Ana (en donde constan actuaciones
teatrales desde 1505) y una primera manifestación dramática
de autor la Comedia
del Rescebimiento (1582) de Bartolomé
Cairasco de Figueroa.
Tras superar la etapa de teatro estrictamente religioso, puede hablarse
de una actividad teatral profana en los Corrales de Comedias hasta
los inicios del siglo XIX, con el ejemplo del llamado Corral
del Concejo, ubicado en la calle de los
Balcones, muy cerca de la Catedral.
Los historiadores documentan la existencia de una gran afición
y una importante actividad teatral durante el siglo XIX, y desde sus
primeras décadas, lo que viene a demostrar el interés
de la sociedad por estos espectáculos, a los que considera
su mejor expresión cultural. En la Gran Canaria de finales
del XIX ya pueden contabilizarse seis espacios destinados a espectáculos
teatrales. Esta actividad la llevaban a cabo grupos y compañías
de aficionados bajo el amparo de sociedades recreativo-culturales
(Junta de la Alameda, Sociedad El
Progreso, La Tertulia, Juventud Canaria,
en el núcleo capitalino; y, en la zona del Puerto, el Círculo
de Obreros del Puerto o
El Recreo Literario y Artístico).
El hito teatral más relevante del siglo XIX fue la inauguración
del Teatro
Cairasco, en 1845, un bello edificio de corte neoclásico,
situado en la plaza del mismo nombre, que se convertiría pronto
en aglutinante de la actividad cultural y socio-política del
momento. La insuficiencia de las instalaciones de ese Teatro Cairasco
y la intensa campaña llevada a cabo por el periódico
El
Ómnibus hizo posible la construcción,
de un “teatro nuevo” que se situó junto al mar,
a orillas del Guiniguada. La polémica por la ubicación
del nuevo teatro fue muy intensa; lo que es comprensible en la ciudad
pequeña y recoleta que era Las Palmas en la época. Lo
que da mayor realce al tema es que en ella intervino con grandes dosis
de ironía y mayor ingenio Benito
Pérez Galdós, quien plasmó sus opiniones
al respecto en una serie de caricaturas y dibujos, titulada Gran
Teatro de la Pescadería.
El nuevo teatro se llamaría Teatro
Tirso de Molina y se inauguró en
1890 con la representación de la ópera de Verdi La
Traviata. Un incendio posterior obligó
a la remodelación de este teatro, en la que intervinieron Miguel
y Néstor
Martín Fernández de la Torre. El edificio fue reinagurado
en 1928 con el nombre de Teatro Pérez
Galdós.
La actividad teatral durante el siglo XX supone la continuación
de la efervescencia anterior, no sólo en la capital sino en
casi todos los pueblos de la isla, muchos de los cuales contaban con
sala de teatro (Gáldar fue el primer pueblo de Gran Canaria
que tuvo teatro público por una iniciativa del Círculo
de Fomento y Recreo; entró en actividad
en 1847 y dio paso al actual Teatro
Municipal en 1912). En las primeras décadas
persisten los teatros domésticos y las grandes compañías
peninsulares siguen estrenando en Canarias sus repertorios e incrementándose
la presencia de compañías peninsulares contratadas por
los empresarios insulares. Y también hubo, en estos tiempos
y por muchos años, "teatros
portátiles", es decir, compañías
advenedizas que se instalaban con su carpa en la ciudad o en los pueblos
de la isla para satisfacer el ansia de espectáculos de los
canarios.
El primer Circo Cuyás
(en Triana) destinado a circo ecuestre, gallera y a teatro de verano,
es nuevo espacio inaugurado en 1889 para la acogida de actividades
que conllevaban música y espectáculo o eminentemente
teatrales; igual que lo van a ser los inmediatamente posteriores,
nacidos en ya en el siglo XX: el Teatro
Avellaneda (en Vegueta), y el Teatro
Hermanos Millares (en el Puerto, junto
a Las Canteras). El Circo Cuyás
fue iniciativa de un empresario catalán que lo hizo construir
sobre el solar del antiguo convento de San Bernardo, con pista central
circular y amplio graderío; los tiempos le obligarán
a dejar paso al Cine Cuyás,
que se construye en 1931 en la misma parcela. El Teatro
Avellaneda, en espléndido edificio,
pasó a ser sala de cine con el mismo nombre y, posteriormente,
fue adquirido por el Gobierno Autónomo para albergar en él
la actividad teatral de los grupos canarios con un nuevo nombre: Teatro
Guiniguada. El Teatro
Hermanos Millares por su parte, además
de su función como cine, albergó espectáculos
de todo tipo, especialmente los llamados “desfiles de variedades”
(actuaciones musicales, pequeños textos cómicos, malabarismos,
etc.) muy del gusto del público popular y frecuentes en todos
los espacios. Ha de unirse a ellos el nombre del Teatro
Circo del Puerto, (en la calle Albareda,
muy cerca de la playa Las Canteras) un espacio con actividades semejante
a los anteriores y que vivió interesantes estrenos teatrales;
como el de La Cena de Bethania
de Tomás
Morales (1910) y de Llanura
de Alonso
Quesada (1919) organizados por la Sociedad
de los Doce.
El Teatro Pérez Galdós
es el principal marco para las actividades teatrales desde los años
treinta de su fundación en adelante. Allí pudieron actuar
las Compañías dramáticas peninsulares e internacionales
que iban rumbo a América, y también fueron acogidos
los grupos teatrales canarios, casi siempre formados por aficionados
entusiastas. Desde las primeras décadas de vida ese espacio
fue el marco preferente de los espectáculos locales de teatro,
danza o música con organizadores tan destacados como Pacota
Mesa, Néstor
de la Torre o el Grupo de la Sociedad
de Amigos del Arte Néstor de la Torre,
fundada en 1934.
Exponentes de la inquietud teatral grancanaria han sido grupos más
o menos organizados de artistas y aficionados que lucharon por mantener
viva la antorcha teatral en la isla: los más destacados la
Sociedad de Declamación Los
Doce, el Teatro
Mínimo, el Teatro
Insular de Cámara, el Teatro
y Poesía y el
Teatro de Arte.
La Sociedad de Declamación
Los Doce (el número de miembros
que la componían) inició en 1902 una notable actividad
teatral sorprendente por la cantidad y la calidad de los textos representados:
obras de Maeterlink, Ibsen, Galdós, Valle Inclán, Benavente,
entre otros; y estrenaron La cena de
Bhetania de Tomás
Morales y Llanura
de Alonso Quesada.
Con “Los Doce” colaboraron los pintores Néstor
de la Torre y Nicolás
Massieu, los escritores Luis
y Agustín Millares Cubas, Alonso
Quesada y Tomás
Morales.
El Teatro Mínimo,
de Claudio
y Josefina
de la Torre, actuó a medias como teatro de cámara
y como espacio para actividades artísticas o musicales diversas,
en la casa familiar de Las Canteras.
El Teatro Insular de Cámara,
agrupación teatral de aficionados, fue fundado en 1956 por
los hermanos Lezcano: Ricardo
(Madrid, 1917), destacado periodista, y Pedro,
editor y, sobre todo, importante poeta. Respondiendo al propósito
inicial de ofrecer un repertorio de alta dignidad artística,
y bajo los auspicios de El
Museo Canario, el grupo llevó
a escenas de las más vivas tendencias del teatro universal,
muchas de ellas de vanguardia: Chejov, Galdós, O´Neil,
Ionesco, Beckett, Lauro Olmo, Alfonso Sastre, entre otros.
En 1959 comienzan unas sesiones de Teatro
y Poesía en el Gabinete Literario
(a veces en El Museo Canario), siendo responsable de la primera entidad
el escritor Juan
Marrero y en estrecha colaboración con Manuel
Padorno y Josefina Betancor. Se organizan lecturas dramáticas
o recitales poéticos: la primera actividad fue la lectura escenificada
de Romeo y Jeannette
de Jean Anouilh.
Por fin, el Teatro de Arte,
una nueva agrupación de aficionados, y a menudo en conexión
con el Teatro de Cámara “La Carbonera” de Madrid
y con gran número de colaboradores canarios, organizó
lecturas dramáticas y escenificaciones (B. Brech, Lorca, Camus,
Benavente) entre 1965 y 1969, en la Casa del Marino, el Museo Canario
o el Teatro Pérez Galdós. Entre sus directores, contó
el Teatro de arte con Antonio Cillero,
Domingo
Velázquez, Manuel González Barrera (Arucas, Gran
Canaria, 1936) o Justo
Jorge Padrón.
A partir de los años setenta surgen nuevos Grupos
teatrales ya más profesionalizados
(Tibicena, Zaranda, Éxodo, Saltimbanqui, Profetas del Mueble
Bar, Klótikas o Clapso, entre otras) y en los años 80
aparece la irregular Compañía
Canaria de Teatro que realiza varios montajes
recurriendo a temas clásicos y también adaptaciones
de la literatura insular, como Bajo
el signo de Cáncer, Crimen o Mararía.
Algunos de esos grupos teatrales canarios continúan hoy su
actividad, junto a otros de nueva formación: setenta compañías
aparecen registradas en Gran Canaria. El Circuito Canario de las Artes
escénicas, acoge con apoyos oficiales las puestas en escena
de muchas de esas compañías; en el verano de 2002 pudieron
verse espectáculos de “Clapso”, “Producciones
del Mar” o “La Mala Vida Producciones”, por ejemplo.
Actualmente, el "espacio" teatral canario (de grupos canarios
y de producciones nacionales o internacionales) depende, mayoritariamente,
de los poderes públicos y se canaliza, fundamentalmente, a
través de las instituciones: la Sociedad
Canaria de las Artes Escénicas y de la Música (SOCAEM),
en el Teatro Guiniguada;
el Ayuntamiento Capitalino (que organiza el Festival
Anual de Música y Danza) en el Teatro
Pérez Galdós o en las Salas
o espacios del Parque de Santa Catalina;
la Caja de Ahorros con una programación anual en la sala
del CICCA; y, especialmente, el Cabildo
Insular a través de la Fundación
Orquesta Filarmónica, en el Teatro
Cuyás, abierto desde 1999, tras
la remodelación del antiguo Cine
Cuyás.
Agüimes organiza desde 1988 el
Festival Internacional de Teatro Tres Continentes,
oportunidad para el contacto con actividades teatrales de Europa,
África y América.
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